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I. Tu casa huele a depresión

  • Sumah Kralj
  • 5 jul 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Qué es lo que realmente importa? Qué es lo que realmente te importa. Miras los kilos y kilos de data invisible chorreando en unos y ceros absurdos e imaginarios por el teclado de tu notebook. Observás mil veces la misma foto en pinterest esperando que te sorprenda y lo hace, porque es lo mismo, el mismo material, el mismo soporte de partículas invisibles decodificadas que solo cambió fenotípicamente para producir un engaño en tu pupila, para hacerte creer que las cosas no son las mismas.

Solo en tu departamento, te dormís babeando sobre la mesa mientras la pantalla sigue pasando por tus oídos el sonido de alguna que otra serie norkoreana con financiación de Kenia de unos seres mutantes que salen del mar para cogerse abuelas y parir caniches toys. Vos seguís ahí, recibiendo ondas sonoras mientras el nivel de tu consciente es bajísimo, el estado alfa nulo y absorbes como un trapo rejilla toda la información absurda que un sistema sin sentido pone frente a vos. Y ahí estás, sumido en anime, jueguitos y coca-cola, creyendo que el mundo es eso. Te levantas con un estruendo y un grito que sale de los parlantes, un monstruo color cian fluorescente le está dando a la minita de Die Antwoord vestida de pikachu. Agarras el celular, son las 4 y media de la mañana y te gustaría llenar un poco más tu vacío existencial, porque no te alcanza con que sea data intangible, también tenes que comer, también tenes que coger. Tiras mensaje a cualquier contacto con un punto verde al lado del nombre. Pensas en ella inmediatamente porque suele tener churro y cada tanto pega modafinilo. Le mandas un mensaje y se desconecta al toque, bleh, que se vaya a la mierda, ella se lo pierde.

Decís eso y tu cuerpo astral sale de vos, caes desmayado nuevamente en el sillón, te vas flotando alrededor tuyo. El monoambiente hecho una mierda, lleno de filtros de cigarros parados en el piso o sobre los pocos muebles que tenes, con la ceniza todavía encima simulando un cigarro gris y triste que no llegaste a terminar, cajas de medicamentos vacías, blisters, cartoncitos para armarle filtros a los porros, una bolsita de keta que dijiste que solo no ibas a tomar y ropa, ropa por todos lados. Desde tu cuerpo astral te cae la ficha: tu depto huele a depresión y a sopa maruchan. Las cucarachas caminan de un lado a otro de la casa, no las habías visto antes, no les habías prestado atención.

Vas sintiendo tus brazos elevarse clamando a ese fantasma que sos que descienda por ellos a esa bolsa de carne que resulta ser tu cuerpo. Bajas, bajas, respirando poquito y recordas la voz de tu vieja cuando te iniciò en reiki a los 13 años enseñandote a respirar, inhalas entra el putrefacto olor y te das cuenta que todavía funciona algún sentido que no sea la vista, aunque a ella le quede poco.

Se infla tu pulmón, el aire cargado de plomo te tira un silbido de oxígeno, todo se desdibuja y se centra, es una mirada que va y que vuela. Se expanden las paredes en un segundo y las cucarachas vuelan a tu cabeza. ¿Sabes donde se cae cualquier norma heteropatriarcal? en el aparecer furioso y decisivo de una cucharacha voladora en tu casa.

Un impulso natural te lleva a googlear “como saber si estoy d” y la pantalla te tira una lista que comienza con “como saber si estoy dilatando”

y termina con como saber si estoy divorciado. Divorciado? que como te das cuenta de eso? Te frotas los ojos presionándolos, a ver si se te hunden o los podes arrancar. Hay una pequeña esperanza de que alguno salga volando y rebote contra el monitor de la compu para estallar cerca de un Ryuk sonriente y volador. Pero no pasa, seguís conservando tus globos oculares como si nada.


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