Si hay porno que nos venga a salvar

Por momentos te olvidas de lo que es un cuerpo real y te hundís en mil orgasmos que gritan a la par una chica por webcam y todos sus followers. Sentís el semen caliente correr por tu piel, no tenes ganas de limpiarte, no hay nadie que te limpie. Simplemente disfrutas de esos segundos de placer y calor que recorren tus venas llenándolas de hormonas. No hay beso, no hay abrazo, no hay un intercambio de estímulos que no sea mediado por tu IP y la empresa de servicios que te brinda internet. Seguramente ellos saben qué tipo de porno ves, que te cabe el anal, que te caben las minitas haciéndose un fisting entre ellas mientras otro tipo, divertido y extasiado, las filma. Y por un segundo crees ser ese tipo, por un segundo tu inconsciente se engaña y sos él.

Estás ahí en un cuarto de un motel yanki con unas birras bien frías en cada mano, ofreciendo un bong lleno de cogollos a dos mujeres con ganas de enfiestarse y hacértela pasar bien. Movimientos de cámara que no controlas, por qué él decide ir para allá cuando vos decidirías mirar más acá. ¡Volvé al culo de Samy que no puede más! El yanki no te hace caso, la cámara mira una vulva roja y dilatada. Se abre. El plano. Lisa se pone unos guantes de látex en sus estiradas manos luego de darle un hit al bong y pasartelo a vos que te prendes un porro mientras la miras sonriente. Introduciendo sus dedos en Sam, que ya está bien mojada, te muestra lo mojada que está en un hermoso primer plano a sus manos chorreantes. Te chupas el dedo y dejas el porro. Te agarras la verga, a esta altura está bien dura, la apretás con fuerza. Las chicas se ríen, se besan y los dedos juegan con el flujo hasta que Lisa le manda el puño a Sam y la elasticidad de esa vagina desafía cualquier regla de la física, de la metafísica.

El gato de Schrödinger sos vos en esa bacanal. Sin saber si estas vivo o muerto, conectado a la pantalla, intervenido por la droga, jugando a amar a distancia.

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